Un relato breve, intenso y desgarrador. Un monólogo, el de María, la madre de Jesús, el que murió en la cruz. Y sí. Es verdad que, para algunos, el relato de ficción del autor irlandés Colm Tóibín puede sonar ofensivo. Para otros chocante. Lo cierto es que la historia que nos cuenta es inesperada: quién se imagina a la Virgen María, santa madre de Cristo, revelando sus más íntimos pensamientos y sentimientos a quien quiera oírlos.
Una mamá que vio con sus propios ojos como clavaban en la cruz a ese niño que llevó alguna vez en su vientre, a ese ser a quien le dio la vida y que termina de la peor manera posible. Pero al leerla suena real esa madre de Jesús humanizada. Quizás mucho más que la inmaculada de las santas escrituras. Mucho más. Sí. Y noquea.
“Respiré hondo para decir que había aceptado las sombras, la carga y la siniestra presencia que se instaló en mí el día en que vi a mi hijo atado y ensangrentado, y en que lo oí gritar y pensé que nada peor podía suceder, hasta que pasaron las horas. Me equivoqué al creer que no podía suceder nada peor, y nada de lo que hice para detener aquello funcionó tampoco, hasta que me llenó con un sonido, hasta que la mismísima amenaza de esas horas entró en mi cuerpo, y entré al Templo con esa amenaza latiendo todavía en mi corazón”.
La María de Tóibín sospecha que su hijo está loco y que algo no anda bien con él. Lo encuentra aterrador. Hace cosas raras y genera disturbios por donde va. Tanto que al final empezaron a espiarlo, a perseguirlo y al final, asesinarlo sin piedad. Está asustada y confundida. No comprende.
“Marcos oyó a mi hijo decir: ¿quieres ser sano? Algunos se reían. (…) se hizo el silencio y esta vez la voz dijo: Toma tu manto y camina. Marcos vio al hombre tirado y cómo retrocedía la multitud. (…) el hombre se puso de pie y mi hijo le exigió que no volviera a pecar. Y entonces el hombre comenzó a caminar dejando la camilla allí. (…) La única razón por la cual no arrestaron a mi hijo allí mismo, dijo Marcos, fue que querían vigilarlo para ver adónde iba a continuación y quienes lo apoyaban”.
La duda es una característica propia de la versión profana de María que nos propone el escritor irlandés. Al final de su vida, María duda de todo, hasta de aquel Dios al que ella le reza. Es que ver la agonía y la muerte más cruel de su hijo la despedaza, la llena de temor y la hace esconderse para que no la atrapen a ella también. Por eso, con toda la culpa posible, María abandona la escena de la cruz y se refugia lejos para que nadie pueda verla o identificarla.
Los hechos que narra La Biblia como las bodas de Caná, la resurrección de Lázaro o la crucifixión son contados por la protagonista, a través de una prosa exquisita y serena que nos eriza la piel. Es el tormento extremo de esta pobre mujer que traspasa todas las capas y llega a lo más profundo del lector hasta quebrarlo. Y es justo ahí, en los peores momentos, cuando la protagonista recuerda las buenas épocas, esas en las que su marido y su hijo estaban vivos y con ella, celebrando el Shabat. Siente nostalgia, como cualquier ser humano.
“Toda mi vida me ha gustado el Sabbat. La mejor época fue cuando mi hijo tenía ocho o nueve años, edad suficiente para disfrutar haciendo lo que estaba bien sin necesidad de que se lo mandaran, edad suficiente para guardar silencio cuando el silencio reinaba en casa. (…) Me gustaba la quietud de las mañanas, mi marido y yo hablando en susurros, yendo al dormitorio de mi hijo para estar con él, tomarle la mano. (…) las mañanas del Sabbat en nuestra casa aquellos años eran plácidas, horas en que se imponía la quietud y el sosiego.”
El testamento de María, es un relato estremecedor y potente que remueve las vísceras de cualquiera. Tóibín nos muestra el lado B de María y revela el estado en que esta madre vive luego de la crucifixión de su hijo, sus sentimientos de culpa y desprotección y su exilio en soledad y tristeza.
El autor, considerado uno de los mejores escritores irlandeses de nuestro tiempo, nos alcanza a través de una pluma sensible y discreta con la fuerza de un huracán que lo arrasa todo. En la novela, María es una mamá que se reprocha por no haber hecho lo suficiente para evitar el desenlace fatal de su hijo, que vive atormentada por la crueldad de la que fue testigo y por haber permanecido indolente mientras su hijo moría clavado en una cruz. O al menos eso es lo que revela a lo largo de su relato en primera persona.
“Cada uno de los clavos era más largo que mi mano. Se necesitaron cinco o seis hombres para sujetarlo y estirarle el brazo y, cuando empezaron a clavarle el primero en una muñeca, justo donde se junta la mano, aulló de dolor y se resistió y brotaron chorros de sangre, y luego empezaron a dar martillazos para que la punta se hincara en la madera, aplastándole la mano y el brazo contra la cruz mientras él se retorcía y gritaba de dolor. […] Ahora me cuesta entender que me quedara allí observando todo eso; que no corriera hacia él ni gritara su nombre. Pero no lo hice”.
Así, uno se convierte en testigo directo de la muerte del Hijo de Dios y se conmueve junto con ella como si fuéramos espectadores de una escena macabra de cine o televisión, dudando de si seguir leyendo o no. Y hacia el final, María, ya anciana y en sus últimos días reflexiona:
“Quiero vivir otra vez antes de la muerte de mi hijo, o antes de que se fuera de casa, cuando era un bebé y su padre vivía y había tranquilidad en el mundo. (…) Todo eso terminó. El niño se convirtió en un hombre y se fue de casa y terminó convertido en una figura agonizante colgada en una cruz. Quiero ser capaz de imaginar que lo que le pasó no llegará, que lo que le pasó nos mirará y decidirá: ahora no, a ellos no. Y que nos dejará en paz para que envejezcamos”.
¿Quién es Colm Tóibín?
Colm Tóibín, irlandés, es escritor, periodista y profesor universitario. Ganador de varios premios nacionales e internacionales, publicó más de una decena de obras, entre novelas, cuentos y ensayos. Fue traducido a 30 idiomas. En 2012, El Testamento de María fue preseleccionada para el Premio Man Booker. En abril de 2013, se estrenó en Broadway, con Fiona Shaw, y fue nominada al Premio Tony a la Mejor Obra. Ese mismo año, se publicó como audiolibro con Meryl Streep.