ACCESIBLE PARA TODOS, PERO …. ¿A QUÉ COSTO?

0
24
Por Ramón Cavalieri (periodista FreeLancer) – El mundo está experimentando un cambio profundo en la forma en que las personas crean, comparten y consumen contenido. Lo que antes estaba reservado a un pequeño grupo de eruditos, artistas y profesionales, ahora está al alcance de cualquier persona con acceso a Internet. La escritura de libros, la poesía, la música, la fotografía y el cine son solo algunos ejemplos de disciplinas que han pasado de ser dominio exclusivo de expertos a convertirse en actividades accesibles para todos. Sin embargo, mientras que esta democratización de la creación abre nuevas oportunidades, también plantea preguntas sobre la calidad, la profundidad y la formación detrás de las obras que ahora proliferan por todo el mundo.
La escritura de libros: de la erudición a la abundancia superficial

Antiguamente, la escritura de un libro requería años de formación, disciplina y acceso a editoriales que validaran la calidad del contenido. Los escritores eruditos, a menudo provenientes de contextos académicos rigurosos, eran los encargados de plasmar sus conocimientos y experiencias en obras literarias. Hoy, cualquiera con una idea puede escribir y publicar un libro. Las plataformas de autoedición, como Amazon Kindle, han eliminado las barreras económicas y editoriales, permitiendo que escritores amateurs lleguen a una audiencia global.

Sin embargo, este acceso ha traído consigo una saturación del mercado, donde la calidad muchas veces queda diluida por la cantidad. Si bien existen autoras y autores talentosos que aprovechan estas herramientas para compartir obras únicas, también proliferan los libros mal escritos, sin una estructura sólida ni un análisis profundo. La facilidad de publicación ha reducido la necesidad de revisión y edición profesional, lo que en ocasiones resulta en libros que carecen de la profundidad o la riqueza literaria que caracterizaba a las grandes obras del pasado.

Poesía: de los poetas consagrados a la inmediatez efímera

La poesía, históricamente asociada a un dominio reservado a poetas consagrados que jugaban con las palabras de forma profunda y reflexiva, también ha sufrido una transformación radical. Hoy en día, plataformas como Instagram han permitido que cualquier persona publique versos en tiempo real, sin importar su formación literaria. La inmediatez y la accesibilidad de las redes sociales han dado voz a muchos, y han abierto nuevas puertas a una variedad de estilos poéticos.

Sin embargo, la poesía en redes sociales, a menudo caracterizada por frases cortas y accesibles, corre el riesgo de perder la complejidad que hacía de la poesía una forma de arte introspectiva y profunda. Muchos versos que circulan por estas plataformas son superficiales, buscando solo una reacción inmediata del lector en lugar de fomentar una reflexión profunda sobre la vida, el amor o la condición humana. Esta tendencia a la inmediatez puede restar a la poesía el espacio para el análisis y la contemplación, elementos que tradicionalmente le conferían su valor.

Música: de los músicos profesionales a los “amateurs” virales

La música, una de las formas de arte más universales, también ha experimentado una democratización impresionante. Lo que antes requería años de formación en técnicas vocales o instrumentales, así como un equipo profesional de producción y distribución, ahora puede ser logrado por cualquier persona con un teléfono móvil y software de edición accesible. Plataformas como YouTube, SoundCloud y TikTok han permitido que músicos sin formación formal lleguen a audiencias globales.

Sin embargo, la masificación de la música ha generado una sobreabundancia de contenido, lo que ha diluido la calidad en muchos casos. Mientras que algunos músicos logran crear producciones innovadoras y bien trabajadas, otros optan por fórmulas fáciles que buscan viralidad en lugar de profundidad artística. Las canciones que se viralizan rápidamente suelen estar diseñadas para ser pegajosas o emocionales, pero carecen de la complejidad musical o lírica que definía a los grandes compositores del pasado. La competencia masiva y la presión por crear contenido rápidamente a menudo eclipsan la creatividad genuina y el trabajo arduo que históricamente eran necesarios para producir música de calidad.

Fotografía: de los profesionales a los “selfies”

La fotografía, antes una disciplina reservada a profesionales con cámaras de alta gama y una comprensión profunda de la técnica, se ha democratizado gracias a los teléfonos móviles. Hoy, cualquiera con un smartphone puede tomar fotos de alta calidad y compartirlas con el mundo en plataformas como Instagram o Flickr. Esta accesibilidad ha permitido que miles de personas, desde aficionados hasta expertos, expresen su creatividad visualmente.

Sin embargo, este acceso masivo también ha generado una saturación de imágenes, muchas de ellas carentes de originalidad o técnica. Mientras que algunos fotógrafos continúan perfeccionando su arte y produciendo trabajos excepcionales, otros se limitan a capturar imágenes rápidas y superficiales que a menudo no tienen el mismo impacto emocional o artístico que las producciones de los grandes fotógrafos del pasado. El exceso de contenido visual ha reducido la apreciación por la calidad, y muchos ahora buscan “likes” o reacciones rápidas, más que una reflexión profunda sobre la imagen capturada.

La creación de videos: de los cineastas a los “creadores de contenido”

El cine, que alguna vez estuvo reservado a un pequeño grupo de profesionales con grandes presupuestos y equipos técnicos, ahora se ha convertido en una actividad accesible gracias a plataformas como YouTube y TikTok. Con cámaras de alta calidad al alcance de todos, incluso los más jóvenes pueden crear y publicar sus propios videos, desde cortometrajes hasta blogs, llegando a millones de personas.

No obstante, el fácil acceso a las herramientas de grabación y edición ha llevado a una producción masiva de contenido que, en muchos casos, carece de la narrativa estructurada, la técnica y la reflexión profunda que caracterizaban al cine tradicional. Mientras que algunos creadores logran hacer piezas innovadoras y de gran calidad, otros se limitan a generar contenido superficial o repetitivo, buscando solo la viralidad. La falta de una base sólida en producción y narrativa puede dar como resultado videos que carecen de la riqueza visual y emocional que define a las grandes obras cinematográficas.

El equilibrio entre la accesibilidad y la calidad

La democratización de la creación es, sin duda, una de las revoluciones más emocionantes de nuestra era. Permite que cualquier persona con pasión y creatividad pueda expresar sus ideas, compartir sus obras y conectar con una audiencia global. Sin embargo, a medida que la creación se vuelve más accesible, surge la preocupación de que la calidad, la profundidad y el rigor de las obras se pierdan en el camino. La sobreabundancia de contenido y la presión por producir rápidamente en lugar de reflexionar profundamente pueden resultar en una disminución de la calidad artística.

La clave estará en encontrar un equilibrio entre la accesibilidad de la creación y el mantenimiento de altos estándares de calidad. Es importante que, en medio de esta ola de democratización, no perdamos de vista lo que hace única y valiosa a la creatividad genuina: la pasión, el esfuerzo y la búsqueda constante de la excelencia.